Todos los que estéis leyendo esto habréis experimentado alguna vez esa extraña sensación que notas cuando, después de mantener una misma rutina deportiva durante mucho tiempo, la cambias por cualquier motivo. No importa si entrenabas por la mañana y ahora lo haces por la tarde o viceversa, porque la alteración termina siendo la misma y genera una confusión muy, muy similar en el organismo del deportista.
Por ello, muchos estudios dirigen sus esfuerzos a demostrar cuáles son las diferencias que surgen al entrenar en uno u otro momento del día, tratando de concluir si existe un horario ideal. Uno de estos últimos estudios, realizado por la Universidad de Copenhague, ha obtenido unos resultados que merece la pena observar, ya que reflejan un cambio en la forma en que el ejercicio afecta al organismo según la hora a la que se realice.
La influencia de los ritmos circadianos en el deporte
Los ritmos circadianos son uno de los elementos más importantes en nuestro día a día, ya que marcan la mañana, la tarde y la noche de cada persona, independientemente de la hora que sea. Es decir, alguien que trabaja de noche tendrá unos ritmos circadianos diferentes a alguien que lo hace en un horario más común; para el primero de ellos, su “noche” empezará en la “mañana” del otro.
En lo relativo al deporte son muchas las investigaciones que han demostrado que los ritmos circadianos son vitales para el rendimiento físico. Obviamente, los músculos de un cuerpo que está preparándose para descansar no ofrecerán las mismas prestaciones que los de una persona que se encuentra en el pico de actividad de su ritmo circadiano.
Sin embargo, en el caso concreto del estudio de la Universidad de Copenhague antes mencionado, el objetivo ha sido algo diferente: en lugar de buscar cuál es el mejor momento para hacer deporte se han querido comprobar los diversos efectos de la actividad física en el organismo según la variable temporal.
Unos resultados significativos
El experimento se ha llevado a cabo con ratones, haciéndoles ejercitarse en el inicio de su fase activa (nuestra mañana) y en el inicio de su fase de descanso (nuestra tarde). Efectivamente, se han dado diferencias a nivel orgánico, por lo que es muy probable que ocurra de forma muy similar en los humanos.
Los efectos que se buscaban están relacionados con la influencia del deporte en las células musculares, ya sea en términos de respuesta transcripcional o de efectos en el metabolismo celular. Adelantamos que, en ambos casos, la reacción ha sido más fuerte en el inicio de la fase activa (la mañana), aunque el otro horario cuenta también con sus puntos positivos.
Por un lado, hacer ejercicio por la mañana hace que las células musculares vean incrementada su capacidad para metabolizar el azúcar y las grasas. Los beneficios de este fenómeno son múltiples: desde reducir el nivel de grasa acumulada –y, por ende, el peso corporal- hasta aumentar la energía, pasando por la protección muscular, ya que al quemar más grasas y azúcares se dejan de utilizar las proteínas para obtener energía de ellas.
Por su parte, la actividad deportiva durante la tarde consigue hacer que el organismo gaste más energía en las horas posteriores al entrenamiento, haciendo más duraderos los efectos del ejercicio físico.
No se puede afirmar que hacer deporte por la mañana sea mejor que hacerlo por la tarde, pero tampoco se puede asegurar lo contrario. De hecho, la investigación en ningún caso buscó obtener resultados en esos términos. El éxito se encuentra en haber sido capaces de demostrar que existen diferencias reales en los efectos que el ejercicio provoca en nuestro organismo según el momento del día en que se realicen.
Este camino que se abre es muy importante, porque puede permitir que cualquier deportista tenga la oportunidad de programar su entrenamiento en un momento del día en el que su cuerpo esté perfectamente enfocado a conseguir sus objetivos.