Muchas personas optan, especialmente en verano, por consumir ensaladas como platos de bajo contenido calórico, siguiendo dietas de belleza o de adelgazamiento. Pero pueden estropear todos sus esfuerzos por seguir con el consumo de sal común en estos platos, reteniendo líquidos e impidiendo bajadas de peso.
La sal que utilizamos en la cocina
La sal común es, sin lugar a dudas, el condimento más usado en nuestra cocina occidental. Proporciona a los alimentos el sabor básico salado pero además refuerza los otros sabores y aromas, estimulando el apetito y la ingesta. Se ha determinado que, a partir de los 60 años, se precisa el doble de sal para reconocer el sabor salado. Es esta una de las razones por las que, generalmente, existe un creciente consumo de sal con la edad. Esta mayor cantidad de sal en las comidas también está relacionada con que, de esta forma, se disimulan otros sabores que no nos agradan y con la pérdida de sabor asociada a hábitos tóxicos como el tabaquismo.
La sal común (cloruro sódico) proporciona grandes cantidades de sodio, mineral que se encuentra en equilibrio corporal con el potasio. El equilibrio sodio-potasio se encarga principalmente de la regulación hidroelectrolítica, es decir, del intercambio y renovación de líquidos entre nuestros tejidos y de su eliminación.
Contenido de la sal
El sodio es el principal electrolito en los intercambios entre compartimentos corporal mediante osmosis. Es decir, el agua siempre acompaña y en gran proporción, los “movimientos” de sodio por nuestro cuerpo. Si mediante la dieta nuestro cuerpo absorbe y retiene sodio, estará siempre acompañado de absorción y retención de agua. Nuestro cuerpo, además, dispone de mecanismos concretos para una casi perfecta reabsorción de sodio, evitando la pérdida de este mineral por la orina. Por contra, los mecanismos para la re-absorción de potasio son menos efectivos.
La sal en nuestra dieta
Nuestra dieta occidental moderna destaca, entre otros aspectos, por un desequilibrio entre sodio y potasio. Esto dificulta la actividad renal, y puede producir trastornos de retención de líquidos, celulitis, hipertensión arterial, acidosis metabólica tisular, reumatismo, artritis, gota, así como la acumulación de piedras en el riñón y la vesícula biliar.
El sodio es un mineral abundante en los alimentos y su aporte se ve enormemente favorecido por el consumo de sal común. El potasio se encuentra principalmente en las verduras, que deberían acompañar en grandes cantidades a todos nuestros platos, y en las frutas. Uno de los grandes beneficios de las dietas vegetarianas es su mejor equilibrio sodio-potasio, que se traduce en un buen balance electrolítico, un mejor equilibrio energético celular general y beneficios especialmente a nivel cardio-circulatorio y del sistema nervioso.
Nuestra dieta debe vigilar este equilibrio y hay que procurar prescindir de la sal común o utilizarla de una forma esporádica. Existen numerosas alternativas al uso de la sal común.
La sal del Himalaya es una de las alternativas más cómodas. Además de aportar numerosos oligoelementos beneficiosos, dispone de un mejor equilibrio sodio-potasio. Las sales de hierbas son mezclas de sal con plantas aromáticas, hortalizas y algas, que disminuyen el aporte de sodio y equilibran este mineral con los que aportan estos vegetales. Para las ensaladas y platos frescos, podemos usar gomasio, una mezcla de semillas de sésamo y sal. El sésamo es uno de los alimentos más ricos y con una muy buena tasa de absorción de calcio. Existen variedades de gomasio que incluyen sal del Himalaya y algas, buscando siempre un adecuado equilibrio mineral. Y siempre podemos combinar estos condimentos con el uso de especias y hierbas aromáticas, escasamente utilizadas y de las que desaprovechamos sus beneficiosas propiedades.
El agua salada ayuda a limpiar y promover la curación por un proceso llamado ósmosis. La sustancia química que compone la sal – el cloruro de sodio – obliga al líquido de las células a salir del cuerpo cuando entra en contacto con ellas. Si esos líquidos son bacterianos, también serán forzados a salir, ayudando efectivamente a limpiar la piel.
Es el sodio de la sal lo que causa la mayoría de los problemas. El cuerpo humano no puede vivir sin algo de sodio. Es necesario para transmitir los impulsos nerviosos, contraer y relajar las fibras musculares (incluyendo las del corazón y los vasos sanguíneos) y mantener un equilibrio adecuado de fluidos. No se necesita mucho para hacer esto.
La sal de mesa se procesa más intensamente para eliminar los minerales y suele contener un aditivo para evitar la aglomeración. La sal marina y la sal de mesa tienen el mismo valor nutritivo básico, a pesar de que la sal marina se promociona a menudo como más saludable. La sal marina y la sal de mesa contienen cantidades comparables de sodio por peso.
Las autoridades sanitarias recomiendan entre 1.500 mg (1,5 gramos) y 2.300 mg (2,3 gramos) de sodio al día para la salud del corazón, mucho menos de lo que los estadounidenses consumen en promedio.
En general, los científicos han asumido que una dieta alta en sal fomenta una mayor ingesta de líquidos, lo que aumenta el peso. Pero si equilibrar una mayor ingesta de sal requiere que el cuerpo descomponga los tejidos, también puede aumentar el gasto de energía. Todo el mundo sabe que las comidas saladas dan sed.